Lydia… un cacho de justicia

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Alex Hernández

Oaxaca de Juárez. La resolución de la ONU en el caso de Lydia Cacho Ribeiro parece representar un precedente importante, después de 13 años y varios “jubilados” de la escena política, la ONU determinó violaciones a los derechos humanos hacia la periodista en su detención por las acusaciones de difamación y calumnia del empresario Kamel Nacif Borge, el cual Cacho había relacionado, junto al ex gobernador de Puebla Mario Marín, en una red pederasta, en su obra Los Demonios del Edén.

Ahora la Organización de las Naciones Unidas pide resarcir al Estado Mexicano los daños causados a la periodista, quien bajo una lucha constante, mantuvo su confrontación en contra de la cúpula de poder de ese lejano 2005. El caso nos hace recordar la falta de garantías que suelen tener los periodistas en el país, las cifras de víctimas mortales son alarmantes: siete periodistas muertos, siendo México el segundo país más peligroso para los medios, solo por debajo de Afganistán.

Ahora ¿Es el caso de Lydia Cacho el comienzo de una evolución en pro de los derechos de los periodistas? Parece ser que se dilucida un panorama menos sombrío, en donde la protección al gremio podría estar garantizada por organizaciones internacionales de peso, sin embargo, las instancias nacionales parecen estar atadas de manos ante esta ola de violencia en contra del periodismo, gestadas o no, por las misma autoridades a causa de la represión de una de las máximas del ciudadano actual, la libertad de expresión.

La historia de un gobernador reprimiendo la libertad de prensa pareciera ser un caso de la década pasada, pero si se analizan los acontecimientos actuales encontraremos que aún no estamos muy distanciados de esa época. Los nombres de Carlos Domínguez, Leslie Ann, Juan Carlos Huerta o Leobardo Vásquez parecieran no haber tomado relevancia aún con su muerte, porque aunque hoy se festeje el triunfo de Lydia Cacho, queda mucho por hacer.

Fue el mismo Norberto Bobbio, teórico empedernido de las libertades, quien estipuló un argumento que hasta nuestros días parece irrefutable: “El problema de fondo relativo a los derechos es hoy no tanto justificarlos, sino protegerlos”. Si la continua incapacidad persiste por parte de nuestras autoridades para garantizar la ejecución de nuestros derechos y libertades ¿Cómo puede llamarse democrático a un estado que falla en ese principio?

Después de 13 largos años parece ser que la justicia viene del exterior, una justicia que si bien puede parecer tardía, planta el ejemplo hacia el interior y pone en el ojo del escrutinio público algo que hoy es un tema sobre la mesa: las garantías que ofrece nuestro gobierno para ejercer nuestras libertades.

Hoy la ONU resolvió un caso abierto por trece años, sin embargo, quedan sin resolver muchos más que siguen sin culpables declarados. Hoy la época esta para muchas cosas, menos para ser periodista, porque a pesar de que Lydia festeje una victoria, aún no se ha ganado la guerra. Lo de Lydia es tan solo un cacho de justicia, cacho que no es suficiente para los que hoy en día queremos lograrnos como periodistas, analistas o líderes de opinión, un cacho que nos hace pensar dos veces sobre este oficio.