La X en la frente: El peor enemigo de Meade, AMLO y Anaya

0
198

Moisés MOLINA

No bien terminan las precampañas y los obradoristas ya cantan victoria. LA cantan a exceso de anunciar sin tapujos que si AMLO no gana “habrá chingadazos”, Ackerman dixit. Festinan la holgada victoria que prematuramente les dan las encuestas pero, para no dejar cabos sueltos, amagan con lo que siempre ha sido su moneda de cambio: la violencia. Basta recordar la frase icónica del último lopezobradorismo: al diablo las instituciones.

Obrador inició –naturalmente- con ventaja su precampaña que no es otra cosa más que la continuación de una campaña que ya suma 18 años.

Que hay que reconocerle la habilidad de fijar la agenda de los temas en precampaña, sin duda.

Que ha decidido con atingencia alejarse de posturas polarizadoras, también es una realidad.

Que ha logrado hacer que su candidatura resulte atractiva para militantes de otros partidos que ya no encuentran cabida en los suyos, igualmente es innegable.

Hay que reconocer, sin embargo, que AMLO no es por mucho el candidato prototípico de la victoria.

Bastó un texto para que AMLO volviera a sacar el cobre, a mostrarse tal y como es: intolerante, alérgico a la crítica, megalómano, acomplejado y senil.

Cuando inicia la conversión del Dr. AMLO en Mr. Peje todo lo construido da al traste.

Y es que AMLO se muestra más cómodo incendiando a sus seguidores dentro y fuera de las redes sociales. Sus seguidores le han malacostumbrado. Lo encapsulan y le mantienen inmaculado como un santo. Aquel que ose en criticarlo debe ir a la hoguera de la diatriba y la ofensa fácil.

Ahí es donde Obrador saca a flote aquello a lo que nos tiene acostumbrados; el único dueño de la verdad es él.

¿En qué pensaba cuando subió a su hoguera a dos de los intelectuales más prestigiados de México como Jesús Silva-Herzog Márquez y enrique Krauze criticando no solo su formación profesional sino su calidad de académicos siendo que AMLO tardó 15 años en terminar su licenciatura, con 7 materias reprobadas, 16 de 39 exámenes extraordinarios y un mediocre promedio de 7.7?

Quizás y solo quizás por ello es que en su cuarto de guerra lo regañaron y le obligaron a disculparse públicamente, disculpa que notoriamente fue incómoda y a medias. Fue, sin embargo, una disculpa que solo su ambición de poder hizo posible.

Ninguno de los tres candidatos se distinguió por sus propuestas. Las habrán hecho sin duda, pero no lograron posicionarlas bien en el cerebro de los electores. Quizás la más recurrida por cada uno fue en el caso de AMLO la amnistía  criminales; en el caso de Meade, devolución del dinero de los corruptos a las arcas nacionales para crear un fondo de becas para los jóvenes; y en el caso de Anaya, yo no recuerdo otra que no vaya aparejada a su guapachoso antipriismo.

Para AMLO la precampaña acabó muy a tiempo. Comenzaba ya, como de costumbre, a ponerse el pie él solo. Para otros como Meade finaliza prematuramente cuando su viral #YoMero comenzaba a dibujar una incipiente identidad con el electorado y grito guerra del priismo. Y para añaya justo en el momento de darle respiración de boca a boca por el escándalo de corrupción que le estalló en la cara y merced al cual ya nadie le cree.

De modo tal que el peor enemigo de AMLO es el mismo AMLO; el peor enemigo de MEADE es el PRI si se divide y el peor enemigo de Anaya lo sean los calderonistas que indudablemente tendrán un espacio en la boleta a través de Margarita Zavala que no viene inocentemente a ganar la elección, sino a ver perder a Anaya.