Ultimas semanas de “el pescador” en el MACO

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Oaxaca de Juárez. En sus obras, el artista oaxaqueño Alberto Aragón Reyes reivindica el esfuerzo creativo y humano que transforma materiales, emociones y sedimentos. El oficio escultórico forma parte de sus proyectos monumentales y de una amplia propuesta estética —en la plástica, gráfica e instalación— que se rebela a la inercia de lo local, situando al centro de su creación la osadía y el atrevimiento. Su libro ABISAL, que coordiné y que trabajamos de manera colectiva, reúne sus últimos 15 años de trabajo artístico.

En esta exposición en El Cubo Abierto, del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, la profundidad espacial abre un horizonte temporal que puede remitirnos a un imaginario origen. A un pasado mítico integrado desde la narrativa oral a una Historia de Oaxaca, escrita en 1881 por José Antonio Gay, en donde se cuenta que algunos de sus pueblos estuvieron habitados por gigantes. Quienes, por su “incontinencia y pecados contra naturaleza les atrajo aquel fulminante castigo del cielo” que finalmente los destruyó entre terremotos y hambrunas. Estos “gigantes o seres fabulosos”, que se asoman brevemente en el umbral de la Historia de Oaxaca, de manera subterránea transitan de la oralidad a un arte que celebra la fecunda imaginación que nos precede y habita. Así el artista, conecta en una obra espacialidades y temporalidades, al apropiarse y erigir con otros maestros del oficio, una versión de esos mitos o símbolos que emergen desde las profundidades del imaginario colectivo.

Imaginar el asombro de los pobladores frente al hallazgo de enormes huesos en la entidad, nos vincula también con la elemental pregunta surgida de manera inmediata al ingresar a la “cavidad” de este recinto: ¿Cómo llegó aquí esta colosal escultura? Nos pueden estremecer las posibles respuestas prácticas, anecdóticas o estéticas que ya forman parte de su desmesura. De una pieza de más de cinco metros de altura —con aproximadamente tres toneladas de peso, construida de metal y resina— que en su desplazamiento de la población de Ánimas Trujano al centro histórico de la ciudad de Oaxaca, ha provocado extrañeza, curiosidad o admiración entre los fortuitos espectadores. Evidenciando que este gigante, aparentemente detenido en la certera alegoría de El Pescador, atraviesa algunos siglos para seguir en movimiento entre nosotros.

Su diálogo con los espectadores, con los mitos originarios y con la serie pictórica que Alberto Aragón ha denominado como “El sueño de la abundancia”, nos ofrece también la posibilidad de experimentar esa tensión que surge entre lo monumental y pródigo frente a la escasez (de espacio) y las carencias de nuestro medio. Encarnando El Pescador ese sueño de la abundancia que evoca el trabajo colectivo, la resignificación de los sentidos de la historia o la fuerza reveladora del pez que emerge desde lo abisal del subconsciente. Pero sobre todo, es el deseo —del sueño de la abundancia— lo que le otorga a la obra escultórica desde el imaginario, el mito o la reinvención creativa, su permanente movimiento. Y es la potencia de ese deseo no detenido sino “suspendido”, el que la pieza nos ofrece para completar.

El acceso a esta obra es completamente LIBRE.