Ninfomanía volumen uno, una decepción creativa

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Hoy 11 de junio se exhibirá dentro de la 56 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional , en el Teatro Macedonio Alcalá , a las 19:00 horas , la película Ninfomanía, volumen uno (Dinamarca- Inglaterra,2013).

La primera parte del díptico que sobre los inciertos caminos culposos y existenciales del placer sexual, realizara Lars Von Trier con toda la autopromoción del mundo. El resultado desmerece bastante a las altas expectativas. Y es que el viejo enfant terrible del cine mundial no cumple en esta ocasión con toda la enormidad que promete.

Von Trier, con vocación para reventar los géneros cinematográficos hasta el punto de conseguir un paroxismo que los deja en los huesos , no logra en esta ocasión completar su propia y sesuda ecuación .

Lo que en productos provocadores en su transgresión como Dogville y Melancolía era víscera y reflexión, aquí es puro y llano aburrimiento. Nada cobra vida en esta Ninfomanía.

La historia, versa sobre una adicta al sexo caída en desgracia (Charlotte Gainsbourg, con un ritmito filosófico que da hueva ) que le relata (en un juego de retrospectivas) a su célibe salvador (Stellan Skarsgard, por mucho lo más interesante del metraje) la serie de eventos que la condujeron al infierno del ligue desatado y el coito obseso e impersonal,

Por la pantalla desfilan una serie de personajes que Von Trier ambiciona como complejos en sus procesos de intención y culpa, pero que en realidad resultan de una pesadez dramática que no se compone ni con las 50 escenas de sexo que inundan la película.

Shia Labeouf como un abnegado e inverosímil casanova, Uma Thurman como una madre con orgullo herido de muerte que va a presentar a sus jóvenes hijos con la amante joven de su marido, y el reaparecido Christian Slater como un padre amante de la naturaleza, son todos personaje que ni la enjundia introspectiva de los actores y la actriz que los interpretan, logran salvarlos de un trazo dramático basado en la impostura.

A rescatarse dos escenas donde Von Trier vuelve a ser Von Trier , aquella donde Gainsbourg está a punto de sostener una orgia con dos hermanos africanos que acaban discutiendo su hermanda con sus enormes falos al aire. Y aquella otra donde una joven Gainsbourg (la debutante Stacy Martin) logra reclutar una fila de posibles amantes con tan solo pedir ayuda para el motor muerto de su carro, a la mitad de una calle.

En ellas el cineasta danes consigue efímeramente lo que tanto buscaba, la ponderación espiritual que sobre el sexo juegan la animalidad y la culpa. El resto de la película son solo intentos. Intentos vanos por provocarnos encendiendo fuegos donde nadie arrojó antes leña.

Ojala que este no sea el principio de un Lars Von Trier completamente instalado en la vana repetición creativa.