La violencia según Cesar Chávez Victoria

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Cesar Chávez Victoria le leía a su abuela la nota roja. Ella nunca aprendió a leer. Apenas pasaba el carrito de las noticias, la abuela mandaba a comprar su ejemplar y ponía a Cesar y su hermano a hacer el resto. ”Se la leíamos y al final le mostrábamos la foto del muerto …o del degollado“.

Esa imagen, familiar, entrañable, marcada por la sangre ajena. Fue para Cesar el principio del resto de su vida. “Mi primer grabado lo hice en el 98”, y las trágicas historias de asesinatos, suicidios y entamalados de su niñez hicieron por inspirarlo. La violencia se convirtió en un rasgo inherente de sus trazos …y el grabado en su principal arma.

“Me gusta el grabado en madera, da fuerza en las texturas y en los cortes. El grabado me da eso, esa parte de violencia que busco en mis imágenes. Creo que la violencia es inherente al ser humano, destruimos la naturaleza y a nosotros mismos con tan solo lo que comemos, o con elegir el lugar donde queremos vivir”.

Cesar empezó a desarrollar un personaje, un tipo calvo, infernal, con una piel que parecía estar ardiendo en carne viva. Ya fuera sonriendo, o acariciando su mano con el filo de un cuchillo, el personaje sin nombre de Cesar es definido por el mismo como su otro yo, como un travieso, un diablillo malévolo y juguetón, un personaje que nació por unos planes abortados de hacer animación, e influenciado en su trazo por el grafiti y la ilustración.

“Todos somos buenos y todos somos malos”, Chávez afirma que esa dicotomía es la que define su obra. Actualmente cuenta que está desarrollando una serie de grabados sobre el sexo. Con una sexualidad sin géneros, con la sola búsqueda de la satisfacción. Donde tríos, orgias y canibalismo pasional se presentan con ese cristal subversivo y sin prejuicios con el que el artista contempla el mundo.

“No me gusta dar juicios en mi obra. Le dejo al público el sacar sus propias conclusiones” Fue en esta búsqueda de público en la que Cesar abrió Proyecto Chicatana, un taller-galería ubicada en Porfirio Díaz 609, Centro. Enfocando el espacio en la difusión del arte joven, con la extraña idea de no exponer piezas concluidas.

“El proceso de hacer la obra, puede llegar a ser más interesante y dinámico que la obra en sí. Este es un espacio para que al final todos aprendamos” El artista afirma haber dejado el alma en su paseo por las galerías. ”Me canse de ellas. Las galerías comerciales no están buscando lo que yo hago, ni yo estoy buscando que mi trabajo adorne una sala”

Para el oriundo de la rudísima Colonia San Juanito, es el trabajo constante el que finalmente te va a llevar a algún lugar. Asegura que le costó mucho trabajo empezar a hacer playeras ”me cagaba que la gente pudiera pagar por una playera 250 pesos, pero que ese mismo dinero no lo pudiera pagar por un grabado”

Pero así es como Cesar aprendió el arte de sobrevivir del arte, diseñando botones imprimiendo para otros artistas, cobrándole con una chela a jóvenes estudiantes que luego ni para eso tienen. Para esto la fábrica Woodcot Oaxaca (integrada básicamente por Cesar y la prensa que compró con el dinero de un segundo lugar en un concurso en Aguascalientes) ha sido indispensable.

Con el grabado ha sabido cohesionar otra de sus grandes pasiones, los viajes. Cesar ha asistido a talleres en Japón, España, Francia y Estados Unidos. “El solo hecho de salir te saca de tu contexto, otros procesos de trabajo te nutren y te retas a intentar cosas diferentes”

Esto también le ha permitido apreciar más Oaxaca, a la cual califica como “una ciudad para el grabado” Considera al circuito cultural oaxaqueño mucho más interesante, accesible y solidario que lo que se puede encontrar en otras partes. “En San Francisco hay banda que tiene su taller en su closet y hay galerías que hasta te cobran por exponer”

Y exposiciones son las que tiene planeadas Cesar, una que se puede ver por estos días en la mezcalería IN SITUM, otra en noviembre en La casa de la Ciudad y otra más en octubre en la Black Stone Gallery de Los Ángeles junto a su socio, el artista costeño radicado en L.A., Pavel Acevedo

El grabador habla ahora, a sus 35 años, de percibir nuevos caminos. De diversificarse, de buscar “cosas no sangrientas” “Ya no quiero el cuchillo incrustado en la panza, sino el cuchillo como tal”…Nadie le cree cuando dice esto.

Si quieres conocer más de la obra de Cesar Chávez Victoria, visita http://www.cesarchavezv.blogspot.mx/