Buscando un claroscuro diáfano

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En el inicio de un claroscuro un hombre (el director de teatro Martín Acosta) va a la tintorería a  recoger su ropa, pone a dormir a su perro y transita por las avenidas de una Ciudad de México que no le escucha nada. El hombre mira una copa, la forma de sus llaves, el color de las frutas en su centro de mesa. Y después sin más, se da un balazo.

El salvadoreño naturalizado mexicano egresado del CUEC, José Luis Valle, sabía que la vida no lo iba a estar esperando para hacer su primera película y se lanzó a realizar con un pingüe presupuesto de no más de 25 mil pesos y un plazo de siete días, Las Búsquedas (2013), cinta estrenada en la reciente muestra de cine mexicano proyectada por Oaxaca Cine.

La historia de un tipo viudo de esposa e hija, Ulises (meditabundo Gustavo Sánchez Parra) que deambula por puentes peatonales, pasillos del metro, vagones, calles peligrosas y basureros limítrofes, buscando al carterista (Gabino Rodríguez) que le robó su cartera en el metro Pantitlán.

Este juramento de venganza se verá en entredicho por el conocimiento carnal y afectivo que el protagonista establecerá con una mujer, Elvira (contenida y certera Arcelia Ramírez) que no sale de casa porque no puede ir a ningún lugar.

Valle apuesta por el menos es más y su recuento de existencias detenidas en las imposiciones de las soledades y sus abismos resulta en un canto a una esperanza de la que se puede renegar pero a la que jamás se le va a negar el círculo.

“Dos chamarras de piel” narra Ulises que fue el precio por el que le vendió su alma al Diablo en un sueño mortecino, señal de que el ensueño en el mundo que Las Búsquedas  nos presenta  no sólo es un blanco y negro visual, sino sensorial.

Su recorrido por un Distrito Federal detenido en un responso de diálogos mínimos y  universos máximos, donde los personajes buscan, escarban y no saben qué hacer con lo que encuentran, será el viaje de un héroe que vive y pernocta en el torbellino de la tarjea de un fregadero.

Con influencias del neorrealismo italiano y su Ladrón de bicicletas, o una estética ceñida a los pasos de una travesía que no termina que recuerda ese estilo de encono aterciopelado en la furia a lo Naked, de Mike Leigh, Valle realiza una cinta que no duda en aventurarse en los recovecos de los paseantes que rodean todo aquello que pueda significar una línea recta.

Encontrando detalles de bondad en una caguama que se comparte o en ese garrafón de agua que ha de unir a los amantes, el también creador de Workers (México, 2013) nos comparte con sus Búsquedas esa humanidad que al final su cinta encuentra, trasciende y expugna con las armas de una mirada diáfana.